Para alguien que dedique su trabajo a escribir o comentar sobre deportes, siempre resulta más cómodo hacerlo cuando se trata de victorias, como dicen los abuelos “las veces que perdí que las cuente otro”.
Si la cosa es de pelota, y Pinar del Río el centro del asunto, entonces
la historia es diferente, porque tanto aquí como en la capital, Santa
Clara o El Cobre, se juega para ganar el campeonato sin importar el
equipo que tenga la provincia en el momento que sea. Lo demás, es
metafísica.
Por eso analizar el desastre que significó la 52 Serie
Nacional de Béisbol para el equipo vueltabajero, sobre todo en la
segunda vuelta, es un ejercicio torturador debido a que el pinareño de
hoy no está “diseñado” para soportar tanta frustración.
Pero para algo me pagan, así que allá voy.
Sería bueno comenzar precisamente con la afición que apoyó, hasta que
pudo su paciencia y un poco más, a estadio lleno, sin vacilar, pese a
iniciar la segunda fase en el octavo puesto; si no que hable el
“Industriales”, víctima de la presión que le metió el público entrada
tras entrada.
Lamentablemente el efecto duró poco, y ya al final del
calendario apenas 100 o 200 personas frecuentaron el “Capitán San
Luis”; unos por costumbre, otros porque son los de verdad, y algunos
porque simplemente no tenían otra cosa que hacer a la una de la tarde.
Últimamente ganar un juego de pelota mutó de ser algo habitual a
convertirse en noticia para los pinareños. La pregunta diaria de los
aficionados por la calle era: “¿Cuánto a cuánto perdimos hoy?”.
¿Qué
pasó con Pinar? ¿Cómo se pasa de ser un equipo con fuerza y opciones, a
uno más, no del grupo de los mejores, sino de los que no deben estar en
la elite?
En primer lugar hay que decir que el grupo que dirigió
Giraldo González no pudo con ninguno de los siete primeros en su
enfrentamiento particular, perdió ante todos, así de simple.
Fuera
del “San Luis” fue un juguete que pasó de mano en mano, el “punching
bag” de la liga, con un balance bochornoso de dos triunfos y 19 derrotas
en la carretera solo en la segunda vuelta. En sentido general lo
hicieron para 12 victorias y 33 fracasos. Sin comentarios.
Bate en
mano, las estadísticas son frías, pues si bien el average ofensivo fue
superior a la media, Pinar del Río apenas impulsó al 21 por ciento de
los compañeros que encontró en posición de anotar, entre los peores en
ese aspecto.
Sumen a ese dato que el resto de los elencos colocó en
tercera y segunda almohadillas a más de 500 corredores cada uno y los
nuestros sufrieron para poner a 400 hombres a 180 pies del plato;
sencillamente los verdes amenazaron menos que los demás y aprovecharon
peor sus oportunidades.
El pitcheo perdió el rumbo, a tal punto que
los abridores ganaron tres desafíos en el curso actual y perdieron 15,
con ningún aporte triunfador de Erlys y Julio Alfredo; en general
nuestro staff trabajó para 4.85 carreras limpias por cada nueve entradas
y los bateadores rivales le conectaron por encima de 280, el más
castigado de todos.
Solo la defensa lo hizo bien, pero de los tres
aspectos del juego quizás sea este el más parejo entre los
contendientes, por lo que Pinar no pudo siquiera apoyarse en ese punto.
No obstante, los números ayudan a entender una parte del problema, pero
no van a la esencia del mismo, ya que muchas de estas estadísticas
crecieron o decrecieron, desde el punto de vista que se mire, al final
del torneo, cuando ya Pinar había entregado las armas varias jornadas
antes.
Para la mayoría, entre los que me incluyo, tanto en la
campaña anterior como en esta, los verdes perdieron la esencia que los
llevó al título en la Serie de Oro; aquel team que desbordó a los
contrarios a base de entrega, disciplina, y mucha “bomba”, quedó en el
olvido.
Ganarle a los nuestros un juego chiquito en la 50 Serie
Nacional lucía utópico para los contrarios, sin embargo, en esta
temporada de 37 partidos decididos por una diferencia menor de dos
carreras el balance total fue de 16 y 21; entre ellos 10 extrainnings,
de los que se ganaron cuatro con seis fracasos.
En total el equipo perdió 17 partidos por una anotación, varios de ellos con ventajas desperdiciadas en el último tercio.
Si además de fallar la ofensiva y el pitcheo, la táctica tampoco
funciona, entonces nada queda por hacer, solo observar resignados como
jornada tras jornada las decepciones se acumulan en un saco que al
parecer no tiene fondo.
De una forma u otra, la versión 2012-2013 de
Pinar del Río, se las arregló para completar la segunda peor temporada
histórica para un primer elenco vueltabajero en series nacionales, un
legado que cada uno de los jugadores y técnicos llevará a rastras por
mucho tiempo en su carrera deportiva.
Pero el orgulloso fanático
pinareño también sufrió, y respondió a su forma, porque la afición rara
vez se equivoca; al final las gradas del “San Luis” mostraron su dureza
en todo su esplendor, no por el concreto de su estructura, no contra los
clásicos rivales, sino contra los colores que siempre defendieron, y
eso, señores, no es metafísica.
Escrito por Glauber García Lara para Guerrillero.