jueves, 17 de agosto de 2017

Supercopa Made in Real Madrid, ganó el mejor. ¿Por qué?



El Real Madrid fue superior, en todas las variantes, al F.C. Barcelona durante la Supercopa española 2017. El Santiago Bernabéu fue escenario “hoolywoodesco” para premiar el proyecto 2.4 del Florentinato (como lo bautizara Alfredo Relaños). El equipo Made in Zizou, plagado de jóvenes vigorosos, insaciables de gloria, disciplinados, consientes de su juego y talentosos, paseo la distancia futbolística sobre un maltratado paciente catalán en estado de shock, que pululó amnésicamente sobre la grama de una sala de terapia, pidiendo a D1os que salve la institución de contables horrores capitales.

En toda la supercopa, Messi fue su propia versión de William Wallace, con arengas y presencia futbolísticas para sus compañeros, los que no encontraron la traducción desde el banquillo a la parsimonia inicial del primer juego, ni al huracán que se vino después. Comprensión opuesta del super campeón europeo y español al plan napoleónico de su estratega, fraguado desde la pretemporada al más puro estilo italiano: despiste, reorganización y ataque relámpago a los puntos débiles en el momento exacto.
 
Lo mejor del Madrid vino de fuera de la línea cal con Zidane y se personificó dentro en Marco Asencio, libre como el viento de gloria que abraza por estos tiempos a la casa blanca para exponer sus extraordinarias capacidades, Benzema desenfadado en su juego, el Kroos armonioso de siempre y Modric haciendo honor al 10 que lleva en su espalda. Los demás, cumpliendo la norma al son de su capitán, Sergio Ramos. Para el que disfruta el fútbol, el resto de los elogio serán redundancias después de lo mostrado.
 
Nadie es tan bueno cuando gana, ni tan malo cuando pierde. El F.C. Barcelona que simboliza Lionel Messi, no se parece al que realmente a negociado Bartomeu. Maltomeu ha gestionado la empresa a la imagen más conocida del catalán en ultramar: tacaño, negociante mediocre, orgulloso, ególatra, iluso y obstinado. El jugoso poder político, económico y social que representa el Barça, por el que se pelean en Cataluña al más puro estilo de Juego de Tronos, ha embriagado a los dirigentes que antecedieron y sucedieron la era Laporta; quien no fue ni ángel, ni demonio, pero fue el mejor gestor del club.

Como nuevo director técnico, Valverde no tiene todas las armas, ni le han dado tiempo a madurar una estrategia para defender bien con la pelota y sin ella. Al campo Piqué no está tan mal como lo demonizan y Umtiti que es un buen segundo, no más. Los laterales son posiciones que no se ajustan al momento. El centro del campo no juega preciso con balón y es desfallecido en la intensidad para defender, ahí “Lord Sergio Busquets” el señalado: por años disfruto del poder que da controlar el balón y no tener que sacrificar el cuerpo, desde hace años es como el majestuoso muro que nunca se probó con un oleaje, pero los catalanes son soberbios para reconocerlo. André Gómez es y será un jugador de otro equipo, salvable Rakitic en su posición de escolta. El juego de ataque es la frustración de un genio (Messi) y un gladiador (Luís Suarez), abandonados, incomprendidos por sus camaradas, no por querer, sino por no poder, e imposibilitados de auxilio por el omnipresente crack que una vez Iniesta fue.

Ahora llegan momentos de apuro y purgatorio para invertir la plata quedejó el “Garotto de Oro” (Neymar) frente a las habilidosos pescadores en rio revuelto. La gerencia dejó ir a valiosos canteranos como Thiago, Fábregas, Bartra; no se fijó en prometedoras perlas como Isco, Asencio, Iñigo, Laporte, Ander; pasó de Dani Alves, esquiva a Dybala por conjeturas absurdas y propone al suplente Semedo y al chino Paulinho como el aperitivo de dos diamantes como Coutinho y Dembelé, aún por llegar y brillar.

El señor Floretino Pérez, que sabe más por viejo que por Florentino, regresó al feudo madridista experimentado de sus errores rn la primera vez, aprendió lo mejor del rival, sacó partido de sus debilidades, y ahora es nuevamente Rey, por derecho propio.

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